lunes, 6 de mayo de 2013

Lo grande y lo pequeño

Eduardo Simas
desde Brasil

Subiendo la avenida central, calle principal del “morro do Alemão” (en la zona norte de Río de Janeiro) vemos por supuesto los impactos de las obras del PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento). Por todo el costado izquierdo hay desechos, sobras de casas mezcladas con la basura. Agujeros por donde sale agua sucia y fétida. Los coches de la policía suben y bajan las laderas con las puntas de los fusiles por la ventana. ¡Pero han dicho que ya no habían armas en las calles!

Más arriba una escena tristemente curiosa, se llevaron la casa y dejaron las gradas. 8, 9 gradas y dónde antes llegabas a la puerta, ahora es un salto en el vacío, o mejor, llega sobre los destrozos de la misma casa y de las vecinas. Siento que todavía se puede escuchar voces de niños que llegan de la escuela, de vecinos en la ventana o en sus sillas en la calle... Pero algo me trae a la realidad: miro hacia arriba y veo los cables y los coches del teleférico. Grandioso, lindo, digno de los alpes franceses de dónde viene la tecnología.

Algunos momentos de duda... no, no es un sueño y tampoco estoy atrapado en una novela surrealista. Los cochecitos rojos como el anuncio de helados, están realmente ahí, con unos cuantos turistas que sacan fotos. Abajo, los que siguen viviendo ahí, tienen que convivir con la basura, con la falta de agua, con el alcantarillado abierto... y con la memoria de los que se han ido, de cómo era su barrio.

Como decía una amiga: “se siente que han destruido las casas pero hay una vida que sigue. Se ve la tristeza en el lugar, en el fondo de las miradas”. No se parece nada con lo que vemos en la telenovela!

Alguién podría pensar que están en pleno proceso de construcción, que luego van a limpiar todo y listo. Pero hace más de dos años que la obra se ha terminado. El teleférico ha sido inaugurado en junio de 2011, con la presidenta, el gobernador, el acalde... Lo que vemos en la calle son las sobras del teleférico. Obras de verdad sólo se han hecho en las estaciones.

Llego a la conclusión de que realmente hay dos países distintos: un país grande, una potencia, el país del mundial y de los juegos olímpicos. Un país donde todo se hace en grande: Hidroeléctricas, petrolíferas, empresas mineras, estadios, programas sociales, teleféricos, en todo se gastan millones de reales, millones de empleos generados, millones de personas atendidas.

Todo se justifica por lo “grandioso” que es. ¿Y qué son algunas familias que han perdido sus casas por estar demasiado cerca de un nuevo estadio? ¿Qué son algunos pueblos indígenas frente a la necesidad energética de un país? ¿De qué reclaman unos cuantos favelados que ahora tienen un teleférico y están en la tele? ¿Qué quieren los miserables que ahora reciben la Bolsa Familia y pueden ingresar en el mundo del consumo?

¿Derechos? Pero eso es tan pequeño... no se gastan millones y no sale en la televisión.

A veces vemos cosas tan grandes que hacen tan poco, y cosas así chiquitas de las que nadie habla y que ayuda un montón” Así nos ha contado una amiga,que tiene una vida muy difícil ella misma, cuando ha encontrado a las compañeras y compañeros de Alemão que luchan diariamente para mejorar sus vidas y la de sus vecinos.

Todo pequeño. Experiencia en permacultura para el alcantarillado y la producción de alimentos, experiencias de diálogo y participación, la persistencia en defender la naturaleza en un ambiente tan degradado, y muchas otras pequeñas cosas... de donde salen pequeñas risas de amistad, pequeñas miradas de esperanza, tan pequeñas que pasan bajo los cables del teleférico contagiando a unos y a los otros.

Cuando miro a lo grande me viene el desespero, el desánimo y creo que todo está perdido. Pero cuando veo a lo pequeño... Ah!!! mí corazón se llena de esperanza y de valor y ya no hay espacio para dudas.

Si alguna vez pasas por el Complejo do Alemão no te olvides detenerte y buscar al pequeño.

La semana pasada el billete del teleférico ha subido de precio de 1 real a 5 reales, la justificativa: “no son los vecinos que lo utilizan sino los turistas”. Turistas que miran desde arriba lo grandioso que es el complejo, suben otra vez en los coches y se van.

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